El Ibérico de Bellota:
el rey de los embutidos.
El jamón ibérico de bellota no es cualquier jamón; es el rey del mambo en el mundo de los embutidos. ¿Pero qué hace que tenga tanto prestigio?
Todo comienza en la dehesa, durante la época de la montanera, cuando los cerdos ibéricos se dan un festín diario de bellotas y pastos naturales.
La élite de los cerdos
El cerdo ibérico, un auténtico animal de élite, goza de una genética única que le permite infiltrar grasa en sus músculos. Y aquí está el truco: las bellotas, el equivalente porcino de las trufas, son ricas en ácido oleico, grasas saludables que se convierten en elixir para nuestro paladar.
Esas grasas son suaves, aromáticas y, sobre todo, se deshacen en la boca con un sabor tan único que podría convencer a un vegano por un día.
Pata negra
Y si alguna vez has oído hablar del jamón de “pata negra”, no es solo porque suene sofisticado, es una señal de calidad y prestigio. Las pezuñas negras del cerdo ibérico son el pase VIP para ser considerado de “pura raza ibérica”. Vaya, que no es solo un cerdo con clase, ¡es un cerdo con pedigree!
El toque final
El proceso de curado, que puede ser más largo que tu lista de propósitos de Año Nuevo (a menudo dura más de tres años), es la parte final de la magia. De forma lenta y controlada, los sabores se concentran y desarrollan, dando lugar a un jamón delicioso. Como el buen vino, el jamón ibérico también mejora con el tiempo.
El resultado es un jamón que no solo sabe increíble, sino que tiene una textura y un marbling (sí, esa infiltración de grasa tan divina) que lo hacen digno de todas nuestras celebraciones. Y es que, cuando un cerdo ha pasado la vida corriendo feliz entre encinas y comiendo bellotas como si no hubiera un mañana, su legado no puede ser menos que legendario.